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Encuentran el que podría ser el resto de vida más antiguo de la Tierra.

Por Yaiza Martínez.

Investigadores estadounidenses han descubierto los restos bien conservados de un ecosistema microbiano complejo en rocas sedimentarias australianas, de unos 3.500 millones de años de antigüedad. Según ellos, el hallazgo situaría la emergencia de la vida en la Tierra 300 millones de años antes de lo hasta ahora establecido. El descubrimiento tiene una importancia añadida porque, por extraño que parezca, podría ayudar a encontrar vida en otros planetas.

Determinar en qué momento apareció la vida en la Tierra supone todo un reto para la ciencia porque las rocas sedimentarias terrestres más antiguas, en las que podrían hallarse evidencias a este respecto, no sólo son poco comunes, sino que además suelen estar alteradas por los procesos hidrotermales y tectónicos que la Tierra ha sufrido a lo largo de su historia. 
A pesar de esta dificultad, Nora Noffke y Robert Hazen, investigadores de la Carnegie Institution for Science de Estados Unidos, han encontrado una importante pista: los restos bien conservados de un ecosistema microbiano complejo presentes en una serie de rocas sedimentarias de unos 3.500 millones de años de antigüedad. 
El hallazgo, realizado en Australia y detallado en la revista Astrobiology, quizá constituya la evidencia más antigua de vida en la Tierra, publica la Carnegie Institution en un comunicado. 
El lugar del descubrimiento 
En general, las rocas sedimentarias son aquéllas que se forman por acumulación de sedimentos, que a su vez son partículas de diversos tamaños transportadas por el hielo, el agua o el aire y que, tras ser sometidas a procesos físicos y químicos, dan lugar a materiales más o menos consolidados. 
Las rocas sedimentarias del hallazgo se encontraban en el distrito de Pilbara, que es una de las nueve regiones del estado de Australia Occidental. Pilbara, conocida por sus vastos depósitos minerales, está entre las áreas geológicas más analizadas para tratar de comprender la evolución temprana de la vida. 
Los restos encontrados, unas estructuras sedimentarias inducidas por actividad microbiana (ESIAM o MISS, por sus siglas en inglés) estaban más concretamente en una formación rocosa conocida como Formación Dresser, situada al oeste de la ciudad de Pilbara Marble Bar.
En qué consiste el hallazgo 
En un artículo publicado por el medio australiano ABC, los científicos explican que lo que han encontrado son cinco microfósiles de bacterias y estromatolitos (estructuras estratificadas similares a montículos creadas por antiguas bacterias fotosintéticas). El origen biológico de las muestras se determinó a través de análisis químicos avanzados. 
Todos los restos eran algo más antiguos que otros restos de formas de vida primitivas encontrados, y situarían la emergencia de la vida en la Tierra 300 millones de años antes de lo hasta ahora establecido. 
Las rocas sedimentarias que los contenían se habrían mantenido en un entorno muy estable durante una cantidad de tiempo increíblemente larga, por lo que probablemente sean las rocas sedimentarias más antiguas y mejor preservadas del planeta, aseguran los investigadores. 
De hecho, los fósiles de la Formación Dresser se parecen mucho en forma y estado de conservación a otros de varias muestras de rocas de ecosistemas de alrededor de 2.900 millones de años, encontradas por Noffke y sus colaboradores en Sudáfrica. 
Aunque ya se habían hallado rocas sedimentarias más antiguas que las de Pilbara, por ejemplo en Groenlandia, todas están demasiado deformadas como para poder observar su estructura original y determinar si quedan en ellas o no restos de vida. 
Una ciudad bacteriana 
El equipo propone que las estructuras sedimentarias inducidas por actividad microbiana o ESIAM halladas surgieron de las interacciones de colonias bacterianas con sedimentos costeros de la región. 
Cuando esas bacterias vivieron, fueron interactuando con los sedimentos de su entorno y creando pequeñas comunidades en las que podían sobrevivir mejor a un ambiente que debió ser altamente hostil. 
Según explican los investigadores en ABC: las bacterias habrían creado entonces casi una “ciudad microbiana”, en la que se intercomunicaban para ayudarse y en la que trabajaban para hacer más estable su entorno, facilitando así la supervivencia individual y grupal. 
Del pasado de la Tierra al espacio 
El descubrimiento realizado en Australia tiene relevancia, además de para el conocimiento de la historia de la vida en la Tierra, para la astrobiología‎, una rama de las ciencias biológicas que combina astrofísica, biología y geología para el estudio de la existencia, origen o presencia de la vida en el conjunto del Universo. 
Las antiquísimas ESIAM terrestres demuestran que las bacterias pueden sobrevivir en entornos tan extremos como fue el de la Tierra hace miles de millones de años. Por esa razón, formaciones similares están entre los objetivos, por ejemplo, de los robots enviados a Marte para determinar si, en algún momento, el planeta rojo tuvo vida, a pesar de sus condiciones. 
Otros ejemplos terrestres que han indicado direcciones de búsqueda de vida extraterrestre a los astrobiólogos han sido el ambiente helado y sulfuroso del Ártico; el supuestamente inhabitable lago Vostok de Rusia o el desierto de Atacama. En todos ellos, los microorganismos han conseguido sobrevivir contra todo pronóstico.
Referencia: 
  • Nora Noffke, Daniel Christian, David Wacey, Robert M. Hazen. Microbially Induced Sedimentary Structures Recording an Ancient Ecosystem in theca.3.48 Billion-Year-Old Dresser Formation, Pilbara, Western Australia. Astrobiology (2013). DOI:10.1089/ast.2013.1030.

[Fuente]

Planeta protegido

¿Es razonable preocuparse tanto por que los microorganismos terrestres pisen suelo marciano?

¿Necesita Marte protección contra nuestros microbios? Hasta ahora siempre se había pensado que sí. No en vano, los tratados de las Naciones Unidas sobre el uso del espacio exterior instan a los Estados a evitar «la contaminación dañina del espacio y los cuerpos celestes».
Algunos investigadores, sin embargo, discrepan de lo que consideran un celo excesivo. Argumentan que el planeta rojo bien podría arreglárselas solo sin necesidad de una normativa demasiado estricta que, en su opinión, obstaculiza numerosas investigaciones. Según Alberto G. Fairén, astrobiólogo de la Universidad Cornell, el coste de algunas misiones dedicadas a buscar vida «podría fácilmente llegar a doblarse como consecuencia de las prácticas de protección planetaria».
En un artículo publicado este verano en la revista Nature Geoscience, Fairén y Dirk Schulze-Makuch, de la Universidad de Washington, sostenían que las precauciones actuales no compensan el esfuerzo ni el gasto que suponen. A fin de cuentas, es probable que a Marte ya hayan llegado bacterias terrestres, bien a bordo de antiguos meteoritos o, más recientemente, en las sondas Viking, de la NASA. Además, si en Marte existiese cualquier forma de vida autóctona, esta se impondría con facilidad a los microbios invasores, no adaptados al entorno marciano.
Con todo, parece poco probable que la NASA cambie su forma de actuar. Catharine Conley, la responsable de protección planetaria de la agencia, lo explica así: «Para estudiar la vida en otros planetas debemos asegurarnos de que no estamos llevando material terrestre con nosotros». De otro modo, señala, se corre el riesgo de confundir los «polizones» con la vida alienígena.
El predecesor de Conley en la NASA, John Rummel, apunta que tanto las simulaciones como los experimentos sugieren que las bacterias procedentes de la Tierra sí podrían sobrevivir en Marte. «No conocemos todo lo que pueden llegar a hacer los organismos terrestres», concluye.
[Fuente]

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