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El papel de las abejas silvestres en el éxito de los cultivos

La polinización de los cultivos la realiza solo un pequeño grupo de insectos comunes. De hecho, la contribución de las especies raras y amenazadas es «casi nula». Así lo asegura un estudio internacional publicado en la revista Nature Communications y en el que han participado investigadores del Consejo Superiorde Investigaciones Científicas (España). Los expertos han examinado el papel de las abejas silvestres en esta importante tarea medioambiental, la cual, además, tiene también un valioso impacto económico, sobre unos 20 cultivos, incluidos colza, girasol, fresas, habas, manzanas y peras.


 “Varias veces se ha demostrado que la biodiversidad es beneficiosa tanto para la naturaleza como para las personas. El hecho de que la naturaleza nos proporcione estos servicios ecosistémicos es la razón principal para plantear políticas de conservación. A pesar de ello, hasta ahora se desconocía la implicación real de esta biodiversidad en la polinización de los cultivos”, explica el investigador del CSIC en la Estación Biológica de Doñana Ignasi Bartomeus.
Según los autores del trabajo, un equipo de 57 investigadoras liderado por David Kleijn del Center for Ecosystem Studies en Wageningen (Holanda), “la actual política de conservar especies en función de los servicios que estas proporcionan podría ser contraproducente para las especies raras, que son la mayoría”.
Algunas medidas, como la siembra de flores silvestres en los márgenes de los campos, ha facilitado la protección de las especies de insectos más comunes. «Estas soluciones no funcionan para las especies raras y, aunque económicamente tengan una implicación menos importante, eso no significa que no haya que protegerlas», resalta Bartomeus.
“Los esfuerzos de conservación deberían evitar llegar al extremo de centrarse exclusivamente en mantener los servicios de la naturaleza, en lugar de proteger a las especies por sí mismas. La protección de las especies amenazadas es una prioridad absoluta, lo que subraya la importancia crucial de programas como la Red Natura 2000 y las Directivas de Aves y Hábitats”, concluye el panel.
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Biodiversidad Antártica

La diversidad de plantas y animales en la Antártida es más rica de lo que se pensaba, según un estudio divulgado hoy en Australia que registró más de 8.000 especies en la región marina del continente blanco.
«Esto es considerablemente más de lo que nadie se imaginó», dijo el líder de este trabajo científico liderado por la Universidad de Melbourne, Steven Chown,  al referirse a estos hábitats.

«Pero la verdadera e impresionante diversidad radica en el mundo de los microbios. Por ejemplo, los sistemas de agua dulce de la Antártida poseen en realidad la mayor diversidad (de virus que existen en libertad) que en cualquier otro lugar estudiado», agregó el científico.
La investigación, publicada en la revista Nature, señaló que si bien existe una gran diversidad en todo el continente y en el océano Antártico, se necesitan adoptar más acciones para proteger y conservar a estas especies.
El estudio precisó que las áreas de protección especial en los parques nacionales terrestres y las áreas marinas existentes, especialmente en el Mar de Ross, son demasiado reducidas en comparación a los objetivos del Plan Estratégico de la Convención sobre Diversidad Biológica 2011-20.
«Es sorprendente que la proporción de áreas protegidas sean bastante reducidas en la Antártida», acotó Chown, quien trabajó en esta investigación con expertos de la Investigación Antártica Británica, la neozelandesa Universidad de Waikato y la Universidad Nacional Australiana.
Las áreas terrestres que no están cubiertas de hielo y que están protegidas suponen el 1,5 por ciento, en comparación al objetivo global fijado en la Convención sobre Diversidad Biológica que señala que para 2020 debemos conservar el 17 por ciento de las áreas terrestres.
«Esto da una idea de cuán alejada está la Antártida de ese objetivo. Uno espera que la Antártida sea mejor en ese sentido», acotó Chown.
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Las plantas los gobernantes silenciosos de la tierra

Cuando el corazón que conecta a las personas de todo el mundo es húmedo

Fuente ABC
Los océanos suponen un elemento esencial para orientar la lucha contra la pobreza en los próximos 15 años, subraya Naciones Unidas

Cada 8 de junio se celebra el Día Mundial de los Océanos. El lema elegido para 2015 es «Unos océanos sanos, un planeta sano». Algunas actividades humanas, como la pesca ilegal, las prácticas de acuicultura insostenibles, la contaminación marina, la destrucción del hábitat o la introducción de especies exóticas están teniendo un impacto negativo sobre los océanos y los mares. A cuyos perniciosos efectos se suman también los derivados del cambio climático y la acidificación de los océanos.
«Los océanos son el corazón de nuestro planeta. De la misma forma que los latidos del corazón hacen que la sangre circule por todo el cuerpo, los océanos conectan a las personas de todo el mundo, con independencia de donde vivan», subraya Naciones Unidas. «Los océanos no solo son el hábitat de una gran variedad de seres vivos, también regulan el clima, alimentan a millones de personas, producen oxígeno y nos proporcionan, entre otros muchos recursos, medicinas, por ejemplo».
«Los océanos son inmensos, pero su capacidad para resistir los daños causados por los seres humanos es limitada. Constituyen un elemento esencial para la manera en que proyectamos el desarrollo sostenible, incluido el nuevo conjunto de objetivos de desarrollo sostenible que se está preparando para orientar la lucha contra la pobreza en el mundo durante los próximos 15 años», advierte Ban Ki-moon, secretario general de la ONU.
Como ya ocurrió en 2014, el próximo lunes se darán a conocer los ganadores del certamen de fotografía submarina que auspicia Naciones Unidas con motivo del Día Mundial de los Océanos.
Datos:
  • Los océanos cubren más de 70% de la superficie del globo. Pero solo un reducido porcentaje de la superficie oceánica está protegida.
  • Entre un 50 y un 80% de la vida en la Tierra se encuentra bajo la superficie del océano, cuya superficie ha sido escasamente explorada hasta ahora por el hombre.
  • Un conjunto de organismos marinos minúsculos llamados fitoplancton producen la mitad del oxígeno de la atmósfera mediante la fotosíntesis.
  • Los océanos contienen 96% de todo el agua de la Tierra. El resto es agua dulce que se encuentra en forma de ríos, lagos y hielo.
  • El océano absorbe cada año cerca del 25% del CO2 que se agrega a la atmósfera debido a la actividad humana.
  • Dos de cada cinco personas viven relativamente cerca de la costa, y tres de cada siete dependen de los recursos marinos y costeros para sobrevivir.

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Biodiversidad Urbana

Silenciosos, escurridizos, y hasta invisibles, una rica variedad de animales comparten la ciudad, haciendo de edificios, plazas y parques su nuevo hábitat.
Para algunos, Santiago siempre fue su hábitat natural y lograron sobrevivir al crecimiento de la ciudad, los autos y el cemento. Otros llegaron a ella en busca de abrigo y comida, y se quedaron. Es la desconocida fauna que convive entre los seis millones de habitantes de la capital pero que en muchos casos sólo es advertida por ojos y oídos humanos entrenados.
Herman Núñez, curador jefe del Área Vertebrados del Museo Nacional de Historia Natural, explica que en Santiago existe un solo ecosistema: el mediterráneo con cierta degradación del mismo hacia la cordillera. El cemento de la ciudad produce calentamiento del ambiente en algunas zonas pero no por eso deja de ser mediterráneo. “Lo que sí produce es una fragmentación de los componentes del ecosistema mediterráneo compuesto por plantas y animales, que se ven aislados unos de otros, disminuyendo flujos génicos, con el consiguiente empobrecimiento de la biodiversidad genética, lo que propicia extinciones locales, no sólo de animales, sino también de plantas y suelos”, dice Núñez.
Anfibios y reptiles
Según Núñez, en el cerro San Cristóbal y Santa Lucía, sobre todo en primavera, se pueden ver lagartijas que salen a tomar sol entre las enredaderas del parque, pero son muy huidizas y cuesta verlas.
Otro visitante de temporada es el sapito de cuatro ojos (Pleurodema thaul). “En invierno, cuando llueve, las aguas que bajan de la cordillera los arrastran. Son los únicos sapos que a veces llegan a la ciudad y se pueden ver, por ejemplo, en el Zanjón de la Aguada, pero sobreviven sólo uno par de días”, explica Núñez. En otras aguas, como la laguna del Parque O’Higgins o la de la Quinta Normal se pueden ver ranas africanas que se han adaptado a estos lugares.

Sapito de cuatro ojos (Pleurodema thaul)
Sebastián Celis, veterinario de Buin Zoo, señala que en las cercanías de Colina, a veces, es posible observar a la iguana chilena, el réptil más grande del país.
Mamíferos
En Santiago existen varias colonias de murciélagos que se alimentan principalmente de polillas. También existen ratones y guarenes. Celis dice que  él mismo los ha visto en la noche caminando sobre los cables del tendido eléctrico en Las Condes.
Un poco más alejado de la ciudad, pero también conviviendo entre personas, existe un pequeño grupo de zorros culpeo (Lycalopex_culpaeus) que bajan hasta el camino a Farellones y comen lo que las personas les dejan en el camino. “Se acostumbraron ”, dice Celis.

Zorro culpeo (Lycalopex_culpaeus)

Aves
La Unión de Ornitólogos de Chile realiza constantemente seguimientos a las aves que están en la ciudad. Juan Aguirre, su director, explica que la ciudad es un buen lugar para las aves que antes acostumbraban a vivir en el campo, como las tórtolas, tencas, mirlos y raras. “Hay harto alimento, sobre todo en las comunas que tienen plazas y parques con árboles altos y frondosos. Además, los edificios altos, ayudan a que el invierno sea menos crudo para ellas”, cuenta.
La rara (Phytotoma_rara) (parecida a la loica), por ejemplo, llegó hace unos siete años a la ciudad y ha hecho de las plazas de Ñuñoa y Providencia un lugar para vivir. El mirlo, también ha aumentado su presencia y es habitual ver bandadas de 30 ó 40 individuos en los sectores aledaños a la Escuela de Carabineros, en el sector de Antonio Varas.

Las aves rapaces también hacen de la ciudad su casa, pero no  en grandes cantidades, ya que por ser especies predadoras y muy territoriales, no acostumbran a compartir su espacio con sus pares. En el edificio de la Telefónica, en pleno corazón de Santiago, por ejemplo, se sabe que una pareja de halcones peregrinos (Falco peregrinus) hizo allí su nido. También se les ha visto en edificios altos de la calle Carlos Antúnez y cerca del Pueblito de Los Dominicos.

Halcon peregrino (Falco peregrinus)
Por la noche, en el centro de Santiago, se pueden ver lechuzas. “Son más comunes de lo que la gente cree. Cazan sobre todo ratones”, señala Aguirre.
La tórtola es otra de las aves a las que le gustó Santiago. Llegó del campo hace 12 ó 15 años y se acostumbró a los humanos. Ni siquiera huye de ellos, como sí lo hacen sus primas del campo.
Juan Carlos Torres, vicepresidente de la Unión de Ornitólogos, dice que también se pueden ver cernícalos, una ave rapaz un poco más pequeña que el halcón, que caza presas vivas al amanecer y atardecer y vive en parejas. Otra rapaz habitual de la ciudad son los tiuques (Milvago chimango), pero esta es carroñera y se puede ver en las calles comiendo incluso sobre el suelo y en grupos, porque son más sociales.


Mantis religiosa
Entre los insectos, Celis cuenta que no es raro que en el verano aparezcan saltamontes, sobre todo en las casas que tienen pasto y malezas sin cortar. Con ellos aparece también la mantis religiosa porque los saltamontes son su principal alimento.


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por Cecilia Yáñez

Evolución y biodiversidad

“Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio.”
Charles Darwin, en El origen de las especies.

De una forma simple de vida hace 3.500 millones de años, a la gran diversidad de seres vivos hoy en día, la evolución ha tenido, y tiene, un papel importante en la expresión de la variabilidad de vida. Pero, ¿cuáles son los factores evolutivos que han favorecido su generación?
Este artículo recoge el testigo lanzado en ¿Qué es la biodiversidad?, en donde se introduce su concepto y cómo se estudia, y se adentra en la evolución como catalizador de esta.
Evolución y biodiversidad
Todo comenzó hace miles de millones de años con una forma de vida simple, un organismo procariota, unicelular y anuclear, que luchaba por su supervivencia en un mar incubante bajo una atmósfera primigenia reducida y casi carente de oxígeno.
En ese hervor primigenio, que probablemente comenzó en zonas costeras y en fosas abisales con fumarolas gigantescas plagadas de sulfuro de hidrógeno, la vida fue adaptándose a los cambios ambientales de su alrededor con pequeñas variaciones que culminarían decenas de miles de años después en la actual diversidad de seres vivos que conforman nuestro planeta.
Trasladémonos un momento a ese instante en el tiempo en que la chispa de la vida brota para poder tener una visión más global y adentrarnos en los procesos que han permitido, y siguen haciendo, la generación de biodiversidad.


Biodiversidad, microevolución y macroevolución
Como enzimas catalizando reacciones químicas, dos factores evolutivos clave fueron y son los responsables de actuar en la catalización de la biodiversidad: la microevolución y la macroevolución, sin olvidar que tanto el tiempo de evolución como la estabilidad climática son otros dos factores evolutivos influyentes en su generación, ya que inciden sobre los primeros.
Recordemos, por un momento, las diferentes clases de perros que existen: Mastín español, Terrier, Pekinés, San Bernardo, Husky siberiano, Pastor alemán, el Xoloitzcuintle… Ahora pensemos en las diferentes especies de cánidos que habitan y han habitado en el planeta, desde los lobos -y sus variedades el perro y el dingo-, pasando por los coyotes y los chacales, hasta los extintos Canis apolloniensis y Canis dirus. Lo primero se trata de un proceso de microevolución, mientras que lo segundo se trata de un proceso macroevolutivo.
Diferencias entre microevolución y macroevolución en su papel generador de biodiversidad
La microevolución es la que permite y fomenta la variabilidad genética de una especie para que pueda adaptarse mejor a los cambios ambientales y a la colonización de nuevas áreas, como pasa por ejemplo con las cepas de bacterias resistentes a los antibióticos o las diferentes clases de Canis lupus familiaris, pero es la macroevolución la que describe los sucesos de la evolución orgánica a gran escala.
Por tanto, aunque los modelos y procesos macroevolutivos surgen de los correspondientes de la microevolución, poseen cierto grado de autonomía: la aparición de nuevas adaptaciones y especies y las variables tasas de especiación (generación de nuevas especies) y extinción, que se aprecian en el registro fósil, van más allá de la fluctuación de las frecuencias alélicas de las poblaciones, logrando que las estirpes con mayores tasas de especiación y menores de extinción produzcan la mayor diversidad de formas. Los ecólogos utilizan el índice de diversidad gamma para medir los fenómenos que se dan a escalas espaciales muy amplias, que reflejan sobre todo procesos evolutivos.
En conclusión, la riqueza de formas de vida que han conformado y conforman nuestro planeta Tierra, desde las arqueobacterias y los dinosaurios hasta el ser humano, es debida a la microevolución y a la macroevolución, sin olvidarnos que el clima y el tiempo de evolución también juegan un papel importante en la generación y el grado de la diversidad de vida, o biodiversidad.


Fuente
Evolucióny biodiversidad, por Eva Bonastre

EL ÚLTIMO MANGLAR

La situación de los manglares (guatemaltecos) ilustra la tragedia que se desenvuelve ante nuestros ojos bien cerrados. Los manglares, que representan el 1% del total de bosques de la Tierra, son una de las cinco unidades ecológicas más productivas para el ser humano. Son, literalmente, fábricas de alimento para millones de personas; y vitales para enfrentar el cambio climático: capturan y almacenan carbono, reducen las ráfagas de viento y amortiguan el impacto del oleaje.
Pero los manglares, en todo el mundo, se pierden a un ritmo alarmante, principalmente por la industria camaronera. También por el avance de la frontera agrícola —en nuestro caso, para caña de azúcar y palma africana, que además contaminan— y la industria turística, que compiten por espacio para crecer. En Guatemala el manglar es un ecosistema protegido. Pero la protección ambiental quedó en pura teoría desde que los pepes desmantelaron el Ministerio de Ambiente y lo convirtieron en ventanilla express para la aprobación institucional de la destrucción de la naturaleza.
Las comunidades que viven cerca de los manglares en Guatemala son de las más empobrecidas. La pesca industrial les ha afectado tanto que muchos pescadores artesanales ya no pueden subsistir de su profesión; así que la disminución y destrucción de los manglares les impacta profundamente, pues pierden la única riqueza natural que les da sustento. Por eso es comprensible que muchas comunidades se organicen para defender los manglares. Con escasos recursos hacen esfuerzos sobrehumanos para protegerlos, mantenerlos y re-plantarlos.
Enfrentan adversarios muy poderosos, pero entienden que sin manglares no hay posibilidades de un futuro decente para sus descendientes y por eso persisten en su afán. Por lo que resulta inusual que muchas de estas personas aseguren que los manglares son importantes porque les producen felicidad, salud, calidad de vida y satisfacción. ¡Púchica! …todavía hay seres humanos que valoran la felicidad y la salud más que al dios dinero. El ser humano destruye la naturaleza por pisto, como si eso fuera lo más importante.
¿De qué van a servir el dinero, el petróleo, el oro, el níquel o el cemento cuando no tengamos agua limpia ni alimentos sanos? Los habitantes originales de tierras americanas predijeron esta pesadilla: «El hombre blanco trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la Tierra dejando atrás solo un desierto» (Sealth, 1854). A menos que nos demos cuenta —como la gente del manglar—que la naturaleza sustenta nuestra vida y nuestra felicidad.
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