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“Se discute la teoría de la evolución por ignorancia”, entrevista a Francisco José Ayala

Licenciado en Teología y en Física, tras colgar el hábito se marchó en 1961 a Estados Unidos para estudiar con Theodosius Dobzhansky, uno de los genetistas más relevantes de la época y del que fue íntimo amigo (“murió en mi coche, camino del hospital”). Hoy, Francisco José Ayala dirige el departamento de Biología Evolutiva de la Universidad de California (Irvine). Y sus contribuciones han sido clave, entre otras cosas, para entender el llamado reloj molecular, el mecanismo biológico que permite comprobar lo alejadas que están dos especies.
Usted cursó el bachillerato en el Madrid de los años cuarenta, en el colegio de los escolapios, y decidió estudiar Teología con los dominicos en Salamanca. ¿Cómo se llega desde ahí hasta la Física? En realidad no llego de una a otra, las hice al mismo tiempo. Tenía interés en la religión, así que entré en los dominicos, en Salamanca, pero al mismo tiempo estaba matriculado por libre en Físicas en la Complutense.
Pero terminó como biólogo. Entonces ocurrió una cosa interesante y decisiva en mi vida: en primero de carrera tenía una asignatura de Biología y había que hacer prácticas. Encontré en Salamanca a un profesor de Genética, Fernando Galán, que estaba dispuesto a que yo hiciera las prácticas en su laboratorio. Y allí, investigando con la Drosophila [la mosca del vinagre], me aficioné a la genética. También por entonces leí a Teilhard de Chardin, con lo que me interesé en la evolución, aunque hoy creo que aquello, más que ciencia, era poesía, literatura.
Y entonces abandonó la orden. Sí, lo había decidido antes, pero me convencieron para que terminara la licenciatura en Teología, me ordenara sacerdote y luego ya veríamos. Supongo que pensaban que me quedaría, pero, tras licenciarme y ordenarme, me fui. Había decidido que quería hacer un doctorado en Biología.
¿Es impertinente preguntar si cree o no en Dios? No, no lo es, pero no respondo nunca. Si dijera que sí, algunos dirían: “Claro, por eso dice lo que dice”. Si respondo que no, lo mismo, así que prefiero no responder.
¿Cómo llegó a estudiar con Theodosius Dobzhansky, el genetista más influyente del mundo en ese momento? Gracias a Fernando Galán, el profesor que me había dejado hacer experimentos en su laboratorio, y a su maestro, Antonio de Zulueta, que me convencieron de que saliera de España para hacer el doctorado. Zulueta, el genetista más importante de España en los años treinta, había estudiado en California con Thomas H. Morgan, que era entonces el más reconocido del mundo, y en su laboratorio había coincidido con Dobzhansky y se habían hecho amigos. Zulueta le escribió para que me aceptara como estudiante de doctorado y aceptó incluso antes de saber el tema. Se fiaba mucho de Zulueta. Así llegué a Estados Unidos en 1961.
¿Fue ya con la idea de quedarse o de volver? Yo tenía intención de hacer el doctorado y volver, pero Dobzhansky me ofreció, al terminar el doctorado en la Universidad de Columbia, en 1964, que me fuera con él a la Universidad Rockefeller, donde acababan de darle un puesto. La Universidad Rockefeller tenía entonces 250 profesores, entre ellos 12 premios Nobel, y 50 alumnos. No era comparable con España, era de una distinción fabulosa. Primero me ofrecieron un contrato como posdoctoral y luego me buscaron una plaza de profesor ayudante.
Y de ahí marchó a la Universidad Davis, en California. Sí, en 1970. Para entonces ya me había casado, tenía un hijo y esperábamos otro, y buscamos un sitio mejor para educarlos, porque en aquella parte de Nueva York –yo vivía en la calle 59, junto a Central Park– no había colegios adecuados. Entonces me ofrecieron, sin pedirlo –en eso he tenido mucha suerte, siempre me han llegado las cosas sin buscarlas–, un laboratorio en Davis, donde estaban montando un gran centro de genética de poblaciones, algo que me interesaba mucho. Davis era el sitio ideal para vivir con los niños, así que nos trasladamos. Era una ciudad muy aburrida, lo sigue siendo; teníamos que ir a San Francisco para ir a cenar a un buen restaurante o a la ópera.
Y allí también se fue con Dobzhansky. Justo entonces Dobzhansky se jubilaba, porque era obligatorio hacerlo a los 70, afortunadamente ya no, así que dije que muy bien, que iba, pero que llevaba de adjunto a Dobzhansky, de quien para entonces era muy amigo. Nunca me ha querido nadie en el mundo tanto como allí cuando dije eso, que llevaba a la persona más distinguida en el campo de genética de la evolución. Cinco años después Dobzhansky murió en mi coche, mientras le llevaba al hospital tras un ataque al corazón.
Además de investigar y publicar mucho, usted ha formado parte de muchos comités, incluso ha presidido la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, la unión de científicos más importante del mundo.También empecé en eso con Dobzhansky, que odiaba la burocracia y los papeles, mientras que a mí también me ha interesado la administración de la investigación. Relativamente joven, a los cuarenta y pocos, me eligieron para formar parte de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, cuando allí no había muchos expertos en evolución. Cuando los chicos ya se fueron a otras universidades, nos mudamos a la de Irvine, en California, donde sigo en la actualidad, porque me atraía la gestión y la idea de crear un departamento desde cero.
Desde la Academia de Ciencias participó en el comienzo del Proyecto Genoma Humano. Más o menos entonces me habían elegido miembro de la Academia Nacional de Ciencias, con unos 45 años, muy joven para lo habitual, probablemente porque no había muchos evolucionistas. Yo empecé a desempeñar un papel importante al ser el director de la sección de Biología. La Academia hace muchos informes por encargo del Gobierno, de quien es asesor desde los tiempos en que se creó, con Lincoln. Cada año se publican entre 150 y 200 estudios, y son de todo tipo. Una de las cosas que se plantearon fue secuenciar el genoma, pero no sabíamos cómo hacerlo. A mediados de los ochenta empezó a haber métodos de secuenciación y se pensó en hacerlo, y se preguntó a la Academia si se debía hacer, y nuestro comité dijo que sí, que se hiciera. Se calculó que se tardarían 15 años y que costaría unos 3.000 millones de dólares. Luego se terminó dos años antes y con menor coste.
¿Hubo exceso de optimismo con el proyecto pensando que serviría para curar todo? Sí, cierta ingenuidad. Se decía que, al tener el genoma secuenciado, sabríamos lo que somos. Yo ya lo criticaba, la persona es más que eso. Hemos aprendido algunos párrafos aquí o allí, alguna palabra. Tenemos 500 volúmenes del tamaño del Quijote, pero no entendemos el idioma aunque conozcamos las letras.
De hecho se anunció con gran bombo que se había descifrado y no sabíamos cuántos genes había. Y no lo sabemos todavía.
¿No hubo un exceso de operación de relaciones públicas, lo que generó demasiadas expectativas? Sí, lo hubo, y en cierto sentido no es malo, permite generar fondos y puestos de investigación. Y quizá en ciertos niveles sí se generaron esas expectativas excesivas, pero se cumplieron en otros.
El premio Nobel James Watson, quien junto a Crick propuso en 1953 la estructura de doble hélice para la molécula del ADN, alentaba esas expectativas. Yo escribí también entonces contra Watson y otros optimistas, aunque tenían menos imagen pública. Lo que pasó como resultado de la investigación del genoma, que ni yo ni nadie anticipamos, es que contribuyó a generar unas tecnologías que ahora nos permiten manipular el ADN y hacer muchas otras cosas. Hoy día podemos secuenciar el genoma de un individuo en una semana por unos 10.000 dólares.
¿Tiene alguna utilidad esa secuenciación? Creo que se hace mayoritariamente por vanidad, por decir “tengo mi genoma secuenciado”. A veces sí es útil para buscar algún defecto hereditario serio, pero para eso no hace falta secuenciar todo el genoma, solo la zona en la que se sabe que estarían esos genes.
¿Cómo van los avances en terapia? La terapia es otra cosa, pero para algunas enfermedades ya hay, como para la corea de Huntington [una enfermedad neurológica grave], que no se manifiesta hasta los 40 o 45 años, pero que se puede conocer y tratar de antemano. Otras enfermedades, como la fenilcetonuria, también se tratan bien, aunque con terapias convencionales. Y hay un caso interesante, la anemia falciforme, que afecta a los glóbulos rojos y puede ser letal si la tienen los dos progenitores y se hereda de ambos, pero que protege contra la malaria si se tiene solo uno de los genes. Se puede tratar extrayendo células madre de la espina dorsal e introduciendo en ellas el gen sano con la tecnología que ahora tenemos y reimplantándolas en el individuo. Conseguimos éxito en suficientes células como para que muchos glóbulos rojos sean normales y el individuo pueda sobrevivir.
¿Y la curación en células germinales? Eso sería lo ideal, corregir el problema en las células germinales, en los óvulos y en el esperma. Si se corrige ahí, lo engendrado no tiene el defecto, pero no tenemos la técnica todavía. Se tendrá en 4, 10, 20 años…, no se sabe cuándo, pero llegará.
Desde hace bastante, la evolución es una teoría más allá de toda duda. ¿Por qué sigue siendo tan discutida? Por prejuicios e ignorancia. Hay estadísticas chocantes que dicen que si se coge a un grupo de una iglesia y se les pregunta si aceptan la evolución, el 70% u 80% dicen que no; y si se hace la prueba de decirles que hay evidencia científica contundente de que es un hecho, todavía un 50% responde que no, porque creen que va contra su fe religiosa. Y no tiene por qué ir.
¿Fue una cura de humildad saber que solo tenemos 20.000 genes, poco más del doble que un gusano? Eso fue una sorpresa para mucha gente. Primero se pensó que teníamos millones de genes; luego, que unos 50.000, y ahora se cree que unos 20.000. Sabemos que hay parte de genoma que desempeña un papel en la herencia aunque no esté codificando proteínas. Si se quiere llamar humildad, puede ser. Ahora entendemos que es más complejo de lo que se pensaba.
¿Qué nos falta por saber? Más de lo que nos faltaba hace 50 años. El conocimiento científico es como una isla y ahí está todo lo que sabemos. El océano es lo que no sabemos; y no podemos preguntarle al océano, solo podemos investigar en la orilla, en los bordes de la isla. Si aumenta el perímetro de la isla, aumenta el conocimiento, pero también lo que no sabemos. Podemos hacer más preguntas, así que hay más cosas que no sabemos.
Usted atribuye un papel importante en la evolución humana de la inteligencia a la ovulación críptica, es decir, a que no sea evidente cuándo las mujeres son fértiles. ¿Por qué? Creo que la formación de sociedades complejas se debe, a mi juicio, además de a otros factores, a la ovulación críptica. Cuando una chimpancé o una gorila tienen el estro, los órganos genitales se hinchan y adquieren un color vivo, anuncia “soy fértil”. Entonces el macho se aparea y luego se va a buscar a otra hembra, porque es lo mejor desde el punto de vista evolutivo. Si no se sabe cuándo se produce la ovulación, eso da lugar a la familia nuclear, en la que el macho se queda porque no está seguro de haber fertilizado con sus genes a la hembra, y es el origen de la vida social. Estructuras sociales más y más complejas que requieren también más inteligencia.
¿Qué opina de las teorías del primatólogo Frans de Waal y otros sobre la moralidad como una característica biológica anterior y común en los primates? De Waal no se cree mucho de lo que dice, me parece. Sus experimentos no están bien hechos, y otros experimentos parecidos han dado otros resultados. No hay moral animal, porque para que haya moral, uno tiene que anticipar las consecuencias de los actos. Ser moral es juzgar una acción como buena o mala, y eso solo se puede hacer en función de las consecuencias. Apretar el gatillo es una acción moral solo si sé que la bala matará a mi enemigo. No hay moralidad animal, en esto soy muy extremo, como tampoco creo que los animales tengan conciencia de que existen como individuos.
¿Qué opina de la clonación humana? No se podrá nunca clonar a personas. Se pueden clonar los genes, pero siempre será una persona distinta; para que saliera Francisco Ayala de nuevo habría que poner los genes en un óvulo fecundado en el seno de mi madre y tendría que tener las mismas experiencias, amigos, colegios y todo igual que yo. La persona es la consecuencia de todas las experiencias, no solo los genes. Pero el antideterminismo extremo, decir que los genes no hacen nada, también es erróneo.
Usted ve España desde lejos y desde cerca. ¿Qué opina de la política científica que se hace en nuestro país? La política científica actual en España es un desastre. La ciencia, cuando yo era estudiante, estaba muy mal y cambió mucho tras el Gobierno socialista, lo digo porque fue como fue: la manera de pensar de ese Gobierno era más procientífica. La producción científica aumentó en la década de los ochenta: en revistas de primera categoría, por un factor de cinco, y el número de citas en artículos, un 17%. Parte de lo que pasó es que la inversión entonces creció del 0,45% a cerca del 1% para el año 1989. En ese momento se pretendía llegar al 2%, pero luego hay una crisis económica, un cambio de Gobierno, y España se queda en el 1%. Subió al 1,4% y ha bajado de nuevo, así que estamos donde estábamos en 1989 y muy por debajo de la media europea y de los países más avanzados.
¿Cómo podemos cambiar el paso para hacer cierto eso del cambio de modelo? No hay convicción ni en el público ni en las personas de gobierno, los legisladores. No hay convicción de que la ciencia paga. Cuando George W. Bush quiso cortar el presupuesto de ciencia, los de su partido le dijeron que no. Se sabe que el 50% del aumento económico de Estados Unidos desde la guerra mundial se debe a descubrimientos científicos hechos tras la guerra. Eso allí se entiende y aquí no.
Este año ya ha publicado dos nuevos libros en España. ¿Qué importancia le concede al papel de los investigadores como divulgadores? Hay tres más en camino. Unos científicos tienen que hacer ciencia; otros, enseñar en las escuelas, y otros, trabajar en divulgación. Pero en este sentido los periodistas son más importantes porque pueden desempeñar el papel clave. La prensa española publica muy poco sobre ciencia.

Se ha levantado (en España) una polémica a causa de un niño enfermo de difteria al que sus padres no quisieron vacunar y finalmente ha fallecido. ¿Qué le parece? Tan anticientífico como ir contra la evolución por creer en Adán y Eva. Una barbaridad. Si se empieza a dejar de aplicar vacunas, habrá tremendas epidemias. Si no hubiera vacunas, las personas vivirían en promedio 30 años menos. La prueba de las vacunas es tan convincente y definitiva que es absurdo que haya gente inteligente que lo niegue, y los que lo niegan es porque no se han tomado la molestia de saber qué son.

Los errores del “Reloj Molecular” para fechar edad de fósiles

Tras examinar restos fosilizados de casi veinte especies de plantas de la Patagonia, constataron que los “relojes moleculares” o análisis de ADN subvaloran su antigüedad.
El llamado “reloj molecular”, método utilizado para determinar la antigüedad de animales y plantas que habitaron la Tierra, en realidad “adelanta” hasta decenas de millones de años y puede indicar una edad mucho más joven de la verdadera. Según informó la Agencia CyTA-Instituto Leloir.
Así lo revelaron paleontólogos de Argentina y de Estados Unidos, quienes señalaron que los resultados contribuyen a aclarar una controversia acalorada entre los especialistas de las ciencias naturales.
La técnica del “reloj molecular” estima la antigüedad de un grupo de seres vivos a partir de las modificaciones que sufrió el ADN de las especies que lo componen. Históricamente, el método había sido acusado de “atrasar”: indicar, por ejemplo, que una planta apareció hace 70 millones de años cuando el registro fósil señala que apenas tiene 10 millones de años.
Pero en los últimos años, con las mejoras del procedimiento, el desajuste cambió de sentido: los relojes moleculares comenzaron a obtener edades más jóvenes que las evidenciadas por los restos fosilizados.
Ahora, un equipo del Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) de Trelew, en Chubut, y del Departamento de Geociencias de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, aportó pruebas contundentes de que los relojes moleculares, en efecto, “adelantan”.
Para llegar a esa conclusión, los científicos estudiaron fósiles de 19 linajes de plantas cuya antigüedad estaba bien establecida. Y comprobaron que los estudios basados en análisis de ADN “rejuvenecían” las especies. Por ejemplo, araucarias de más de 150 millones de años tenían, según los cálculos de esa metodología, sólo 40 millones de años.
La edad de los fósiles era mucho más antigua para un grupo que lo sugerido por sus moléculas de ADN”, señaló el doctor Ignacio Escapa, especialista en paleobotánica del MEF y primer autor del trabajo publicado en la revista “New Phytologist”.
De todas maneras, Escapa destacó que los relojes moleculares han avanzado “y es posible que en el futuro puedan reducir estos sesgos”.

Asimismo el investigador del CONICET explicó que la vía convencional y más precisa que se emplea en la actualidad para determinar la edad de los fósiles se basa en las dataciones radiométricas. La más conocida es la del carbono 14. Esta técnica se usa para datar sucesos relativamente recientes (hasta 60 mil años, aproximadamente). Para la datación de fósiles, de mucha más antigüedad, se usa el mismo método, pero con pares radioactivos como el Potasio-Argon o Plomo-Uranio, que permiten dataciones de sucesos de millones de años, publicó la Agencia CyTA-Instituto Leloir.

¡Ha llegado carta! – Down House. Viernes 18 de junio de 1858

Lo mismo que las obras de Shakespeare, el descubrimiento de la estructura en doble hélice del ADN y la proposición de la teoría de la evolución, no se han librado de protagonizar largos debates sobre su autoría. De Shakespeare algunos debaten si no sirvió de pantalla de otro contemporáneo, como Francis Bacon, a quien suponen más ilustrado. De James Watson y Francis Crick, que recibieron el Nobel por descubrir la estructura del ADN, se sabe que utilizaron sin permiso los datos obtenidos por Rosalind Franklin. A Charles Darwin se le acusa de retrasar deliberadamente la publicación de un escrito de Alfred Russel Wallace proponiendo exactamente lo que Darwin tenía esbozado sobre el origen de las especies y el papel que en ella tiene la selección natural, lo que en términos populares conocemos como “la evolución”. Se discutía si Darwin había ocultado durante un par de semanas el escrito que Wallace le envió desde las Molucas en la primavera boreal de 1858.
Expulsando una pitón del techo de la cabaña. Wallace, un científico que si viviera hoy estaría posiblemente entre el grupo de los indignados, redactó en la jungla de las islas de las especias un texto, de una extensión menos de diez veces la de este artículo, describiendo todo lo que se necesitaba para exponer lo que ahora llamamos teoría de la evolución.
Los acusadores de Darwin imaginaban que durante esos días habría perfilado su propio manuscrito usando las ideas remitidas por Wallace. De lo que no cabe duda es de que el 1 de julio de 1858 se presentó un resumen, tanto del manuscrito de Darwin como de la carta de Wallace en la reunión de la Sociedad Linneana de Londres. La polémica se centra en determinar si el correo de Wallace le llegó a Darwin el 3 o el 18 de junio. Lo difícil del caso es que no se conserva el original del correo de Wallace por lo que no parece que se pueda decidir la controversia de una manera sencilla.
Correspondencia del siglo XIX. Un sobre que viajó de Galle (Sri Lanka) a Suez (Egipto) en el vapor Némesis cinco meses antes que la carta de Wallace.
Quienes han propuesto que la carta llegó el 3 de junio se apoyan en que Wallace dijo haber enviado la carta a Darwin junto con otra que se ha conservado dirigida a su amigo, Frederick Bates hermano del naturalista Henry Walter Bates, quien la recibió en la ciudad de Leicester, como atestiguan los matasellos, el 3 de junio tras haber pasado ese mismo día por Londres. Esta carta a Bates tuvo que partir de las Molucas en el vapor del 9 de marzo. En aquellos tiempos los periódicos de las ciudades portuarias registraban las llegadas y partidas de los vapores por lo que al menos es posible precisar las fechas en las que partía el correo.
El vapor Pekín capeando un tifón. En este navío de la compañía P&O pudo viajar la carta de Wallace en el tramo desde Singapur hasta Galle (Sri Lanka) del 1 al 14 de mayo.
Se publicó en 2011 ahora otra interpretación, que vindicaría la integridad de Darwin, al menos en cuanto a la comunicación de la recepción de la carta, y que se basa en la hipótesis de que Wallace no pudo remitir las dos cartas a la vez, sino que la dirigida a Darwin se habría enviado el 5 de abril, casi un mes más tarde que la de Bates. En tal caso los autores de esta nueva interpretación nos aseguran que se podría trazar todo el recorrido de la carta desde su salida del puerto de Ternate ese 5 de abril hasta su llegada a Londres el 18 de junio.
El largo viaje del correo en el siglo XIX. El trayecto del correo entre Indonesia e Inglaterra seguía las rutas establecidas por el comercio con Europa. Las fechas indican en qué momento pasaba la carta de Wallace desde Ternate a Down House según la interpretación que exculpa a Darwin.
En su viaje habría navegado pasando Yakarta, Singapur, Galle (en Sri Lanka), y Suez. Desde Suez sería transportada por vía terrestre y fluvial a Alejandría – el Canal de Suez  no se abrió a la navegación hasta el 17 de noviembre de 1869. Pasando por Malta y Gibraltar llegaría a Southampton el 15 de junio y de allí tardaría otros dos días para recorren en ferrocarril el camino hasta Londres, llegando a Down House, el hogar de Darwin en el condado de Kent, el viernes 18.
De Suez al Nilo. Para atravesar el desierto se transportaba el correo en camellos, desde allí se proseguía el viaje en bote por el Nilo hasta Alejandría.
Asegurar, como sostienen los autores de la reivindicación de Darwin, que Wallace no pudo enviar las dos cartas al tiempo es algo más complejo. Según ellos Wallace mencionaba en su carta que a Charles Lyell le había gustado un artículo suyo de 1855. Y la opinión de Lyell, un influyente geólogo escocés amigo de Darwin, solo pudo leerla Wallace en la carta que Darwin le escribió el 22 de diciembre de 1857. Haciendo otra labor de rastreo de esta nueva carta se deduce que la fecha más probable en la que pudo recibirla Wallace hubiera sido a principios de marzo, exactamente el mismo día 9. Dejaría este calendario muy poco tiempo para que Wallace la hubiera contestado, exactamente una hora, el tiempo que estuvo atracado el barco que llevaba el correo. Todo queda pues sujeto a lo que pudo hacer Wallace en esos sesenta minutos, algo difícil de probar, sobre todo en ausencia del original de su carta.
Llegada a Down House. El destino de la carta, una residencia de la clase acomodada inglesa, fue el hogar de Darwin desde 1842 hasta su muerte en 1882. En ella escribió su obra “El origen de las especies” que en la edición conmemorativa del 150 centenario ocupa 576 páginas.


REFERENCIA:

El desconocido mundo de los onicóforos chilenos

Reproducimos la nota publicada el 26 de Mayo de 2015, en la FanPage del MNHN
Por Mario Elgueta, Jefe de Entomología del Museo Nacional de Historia Natural
A propósito de la reciente noticia “Chilenos ayudan a develar el misterio del gusano de terciopelo”, cabe señalar algunos antecedentes sobre nuestros onicóforos.

Los onicóforos chilenos se incluyen en la familia Peripatopsidae, en la que se ubican también cerca de cien otras especies que se distribuyen en Australia (incluyendo Tasmania), Nueva Guinea, Nueva Zelanda y sur de África; las especies chilenas son los únicos representantes de esta familia en América, evidenciando antiguas relaciones entre las masas de tierra del hemisferio sur.
Ejemplar de Paropisthopatus sp.
(Provincia Cardenal Caro, recolecta. Foto del autor)
Son sólo cuatro las especies conocidas de Chile, dos de ellas pertenecen al género Metaperipatus y las otras dos al género Paropisthopatus; tres de las especies fueron descritas hace ya más de 100 años, entre 1837 y 1925, la más reciente es conocida desde el año 2007. Hasta hora todos los registros publicados, corresponden a recolecciones efectuadas exclusivamente en distintos puntos de la cordillera de la Costa, entre la provincia de Petorca y la de Arauco; es muy posible que se encuentren en otras zonas de Chile, pues existe un gran desconocimiento en nuestro país debido a que no se han efectuado estudios recientes y tampoco hay especialista. Para dos de las especies descritas de nuestro país, existe dificultad en su reconocimiento debido a lo breve de las descripciones y el desconocimiento de la localidad en que se capturaron los ejemplares.
El bajo número de especies descritas de Chile, todas endémicas, contrasta con la mayor riqueza de especies en las restantes áreas geográficas en que se distribuyen los representantes de la familia Peripatopsidae; el Dr. Georg Mayer, uno de los pocos investigadores que trabajan con estos organismos, ha manifestado que es altamente probable que se descubran en Chile algunas otras especies que aún no han sido descritas. A modo de ejemplo, al ejemplar de la fotografía se le ha podido identificar sólo hasta nivel de género y no hay certeza de que corresponda a alguna de las especies ya conocidas.
En la página de “Onicóforos del mundo” se pueden encontrar buenas fotografías, incluyendo una en que se observa el lanzamiento de la secreción que permite la captura de sus presas.

Desde el espacio al centro de la tierra

Akawiao penak, nueva especie de pez eléctrico descubierto en Guyana.

Pertenece a un grupo de peces popularmente conocidos como «cuchillos», por la forma de su cuerpo, o «eléctricos», debido a su capacidad de producir y detectar campos eléctricos.

Un grupo internacional de investigadores  descubrió una nueva especie de pez eléctrico en un río de Guyana, informó el  martes el coordinador de la misión, el colombiano Javier Maldonado, quien publicó el hallazgo en la revista científica Zoologica Scripta.

El nuevo animal, bautizado Akawiao penak, es un pez de agua dulce, mide  como máximo 10 centímetros y difiere de otros animales en sus huesos y en la  morfología del cráneo, dijo a la AFP Maldonado, un científico de la Universidad  Javeriana de Bogotá especializado en peces eléctricos.

Los investigadores, que publicaron su hallazgo en agosto de 2013 en la  revista científica arbitrada Zoologica Scripta, analizaron además el ADN y  trazaron el árbol evolutivo de este pez anguiliforme que habita en el río  Mazaruni. Así, determinaron que el animal representa un nuevo género y, por lo  tanto, una nueva categoría taxonómica.

Maldonado explicó que el Akawiao penak pertenece a un grupo de peces  popularmente conocidos como «cuchillos», por la forma de su cuerpo, o  eléctricos, debido a su capacidad de producir y detectar campos eléctricos, los  cuales usa para navegar, identificar objetos y comunicarse con otros peces de  su especie.

Estos peces, que tienen una visión muy limitada y habitan zonas turbias del  río, producen y detectan cargas eléctricas, con las que obtienen información de  su entorno.

«La mayoría de la descargas no son perceptibles, es decir (los peces) se  pueden agarrar con la mano, ya que la frecuencia es muy baja. No se pueden ver,  pero se pueden escuchar, ese sonido se graba», dijo Maldonado.  

Las misiones de exploración del equipo de investigación fueron organizadas  por el Royal Ontario Museum, de Canadá, y la Universidad de la Guyana, en  Georgetown.

«El hecho de que esta área sea tan remota y haya estado aislada tanto  tiempo implica que sea muy probable encontrar nuevas especies», afirmó Nathan  Lovejoy, miembro de la misión, en el diario de la Universidad de Toronto.

[Fuente]
http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2013/10/659-548281-9-descubren-nueva-especie-de-pez-electrico-en-guyana.shtml

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