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julio 2015

Fósiles, para estudiar la corriente circumpolar antártica.

Dientes fósiles de peces recuperados del fondo del océano alrededor de Tasmania han arrojado nueva luz sobre los orígenes de la corriente oceánica más importante del mundo: la corriente circumpolar antártica (ACC).
Este fenómeno es el más grande del mundo de los océanos. Fluye hacia la derecha alrededor de la Antártida porque no hay masas de tierra en su camino y juega un papel muy importante en el mantenimiento de las grandes capas de hielo del continente helado, ya que mantiene las aguas oceánicas más cálidas a distancia.
Hasta ahora, había partes de esta corriente que eran conocidas y estudiadas en profundidad por los expertos. Sin embargo, sus inicios habían sido interpretados con múltiples teorías a lo largo de los años.
«Tasmania se separó de la Antártida hace 35 millones de años, creó la Tasmanian Seaway (el espacio de agua entre ambos) y durante mucho tiempo los científicos han pensado que la apertura de esta vía marítima activaba el inicio de la ACC, pero hemos descubierto que no es el caso», ha apuntado el autor principal, Simon Williams.
Según ha señalado, en esta investigación ha descubierto que la apertura de la vía marítima de Tasmania, por sí sola, no fue suficiente como para crear esta corriente. Para moverla fue necesario que el viento del oeste la llevara hacia el norte, ya que la vía marítima abierta estaba demasiado al agua a través de la vía marítima, y «comenzó la corriente oceánica más grande de la Tierra», ha apuntado el investigador.
Los dientes de fósiles de peces fósiles de diferentes capas de sedimentos depositados en el fondo del mar han permitido reconstruir la historia de muchos millones de años de la composición del agua de mar en los lugares cercanos a Tasmania. Los diferentes océanos tienen química distinta (isotópicamente hablando) y esta diferencia en el agua de mar se registra en los dientes de estos animales que se depositan en el fondo del océano.
Los científicos han explicado en el trabajo, que ha sido publicado por Nature, que los isótopos de los dientes conservan la composición del agua de mar en su momento de la muerte.
Así, los registros muestran cómo Tasmania formó una barrera entre los océanos Pacífico e Índico, pero a medida que se separó, el agua de ambos se comenzaron a mezclar, fluyendo primero desde el Pacífico hacia el Océano Índico, y luego desde el Océano Índico hasta el Pacífico, como todavía lo hace hoy.
Los expertos recuerdan que estos cambios en la circulación oceánica están relacionados con el clima global, y los científicos creen que esto puede haber jugado un papel importante en hundimiento de dióxido de carbono, lo que lleva a la estabilización del mundo “Nevera”.

La función principal de los dientes en forma de sierra del Tyrannosaurus rex, era desgarrar

El Tyrannosaurus rex es conocido por su fama de depredador. Ahora, un estudio de científicos de la Universidad Mississauga (Canadá) ha descubierto que este dinosaurio, y sus compañeros terópodos, tenían una estructura dental única, con forma de sierra, que les permitía desgarrar con facilidad la carne de sus víctimas, incluso de aquellas de mayor tamaño.

La investigación, publicada en la revista Scientific Reports, ha determinado que este tipo de dentadura está ya presente en uno de los primeros ejemplares de la especie, Coelophysis.
Otros animales extintos tenían dientes que eran superficialmente similares, pero esta especie tenía tejidos especiales en el interior del diente, que fortalecía y mejoraba sus funciones. Las estrías profundas que presentaban, les convertían en órganos mucho más eficientes a la hora del masticado de huesos y en el rasgado de la carne de los animales más grandes.

El Tyrannosaurus poseía dientes de sierra. Imagen: Danielle Dufault
Para los expertos, esta ventaja sobre el resto de animales les permitió prosperar durante unos 165 millones años como temibles y supremos depredadores. El único reptil que vive en la actualidad que tiene la misma estructura dental superficial es el dragón de Komodo, originario de Indonesia. Una especie que también se alimenta de animales más grandes que él.
«Los dientes de animales están hechos de los mismos componentes básicos, pero la forma en que los bloques encajan entre sí para formar la estructura del diente afecta en gran medida la forma en que los animales procesa los alimentos«, ha explicado la autora principal del trabajo, Kirstin Brink. A su juicio, «la complejidad oculta de la estructura del diente en terópodos sugiere que eran más eficientes en el manejo de presas de lo que se pensaba, lo que, probablemente, contribuyó a su éxito.«
En el estudio, los expertos también encontraron que la formación única de los tejidos de los dientes de estos dinosaurios se desarrolló en respuesta a que estos carnívoros masticaran materiales duros. Y es que, no se han encontrado ejemplares con dientes rotos porque, a diferencia de los humanos, a los reptiles les crecen de nuevo los dientes durante toda su vida.
Brink y sus colegas utilizaron un microscopio electrónico de barrido (un poderoso microscopio) y un sincrotrón (un microscopio que permite al usuario entender la composición química de una sustancia) para hacer un examen y análisis a fondo de las rodajas de dientes de ocho terópodos carnívoros ocho, entre ellos el T. Rex, Allosaurus, Coelophysis y Gorgosaurus. Las muestras procedían de diversos museos, incluyendo el ROM, el Museo Canadiense de la Naturaleza en Ottawa, y el Museo Royal Tyrrell en Alberta.

Un diente humano de 560.000 años descubierto en Francia

Arqueólogos franceses han descubierto en Tautavel, en los Pirineos orientales franceses, el diente de un humano adulto que vivió hace unos 560.000 años, en lo que constituye un «gran descubrimiento», según el equipo de investigadores.
«Este gran diente de adulto, no sabemos si de hombre o de mujer, fue encontrado durante las excavaciones en un nivel de suelo del que sabemos que está datado entre 580.000 y 550.000 años, ya que hemos utilizado diferentes métodos de datación», ha explicado la paleontropóloga Amélie Viallet, de 39 años.
«Es un gran descubrimiento porque tenemos muy pocos fósiles humanos de ese periodo en Europa», ha comentado Viallet.

«Es la pieza del puzzle que nos faltaría para poder responder a una pregunta crucial: ¿procede el hombre de Neandertal, de 120.000 años, de una línea única?», ha añadido la paleontropóloga.

¿Que acabó con la Megafauna?

Durante años, la actividad humana ha sido la principal sospechosa de la desaparición de cientos de especies a finales del Pleistoceno. Un nuevo trabajo apunta al verdadero culpable.
En los años 60, mientras estudiaba el registro fósil del continente americano, el paleontólogo Paul S. Martin se dio cuenta de que todos los animales de gran tamaño (a partir de 45 kg) desaparecían súbitamente al llegar una fecha. Hace aproximadamente 50.000 años osos gigantes, mamuts y otros grandes mamíferos fueron borrados paulatinamente de la faz de la Tierra por algún acontecimiento novedoso. Cuando otros científicos estudiaron la fauna de otros lugares, como Australia, el registro decía lo mismo. Canguros gigantes, leones marsupiales y pájaros de un tamaño descomunal, desaparecieron a partir de la misma fecha sin dejar rastro. Y en todos los casos la extinción coincidía con un hecho: la llegada de los primeros humanos a la zona.
Con todas estas pistas Martin y otros lanzaron la llamada hipótesis “Overkill” (algo así como “matanza excesiva”)  que atribuye la extinción de los animales más grandes al acoso de los primeros humanos con sus cacerías y la expansión de su territorio.  Pero el asunto no estaba ni mucho menos claros y otros científicos aportaron pruebas de variaciones climáticas y posibles causas de la extinción al final de la última glaciación. Ahora, un equipo de investigadores liderados por Alan Cooper presenta en la revista Science un estudio completo con datos genéticos y paleoclimáticos que intenta poner claridad al asunto y en el que el veredicto exculpa a los humanos.
El trabajo, que se basa en el análisis de restos genéticos de más de 50.000 años y los datos climáticos de los núcleos de hielo extraídos de Groenlandia, entre otras fuentes, y muestra una relación cercana entre la desaparición de los grandes animales del Pleistoceno y rápidos episodios de calentamiento en los periodos llamados «intersticiales» (fases regulares de ascenso de la temperatura). Aún así, reconocen que este cambio climático pudo hacer más vulnerables a las grandes especies y que el «acoso» de los humanos tuviera cierto papel en su desaparición, pero desde luego no fue el factor determinante.
Alan Cooper, autor del estudio
El estudio se enmarca dentro de un especial de la revista Science sobre los avances en el estudio de ADN antiguo gracias a la simplificación de las técnicas. La capacidad para estudiar  el material genético de forma generalizada está sirviendo para repensar muchas de las ideas que teníamos sobre los humanos del pasado, incluida su hibridación con los neandertales, para conocer mejor su dieta, forma de vida y las enfermedades que los acosaban. Catapultando a la paleogenética, dicen en Science, a una edad de oro.
Referencia

Los errores del “Reloj Molecular” para fechar edad de fósiles

Tras examinar restos fosilizados de casi veinte especies de plantas de la Patagonia, constataron que los “relojes moleculares” o análisis de ADN subvaloran su antigüedad.
El llamado “reloj molecular”, método utilizado para determinar la antigüedad de animales y plantas que habitaron la Tierra, en realidad “adelanta” hasta decenas de millones de años y puede indicar una edad mucho más joven de la verdadera. Según informó la Agencia CyTA-Instituto Leloir.
Así lo revelaron paleontólogos de Argentina y de Estados Unidos, quienes señalaron que los resultados contribuyen a aclarar una controversia acalorada entre los especialistas de las ciencias naturales.
La técnica del “reloj molecular” estima la antigüedad de un grupo de seres vivos a partir de las modificaciones que sufrió el ADN de las especies que lo componen. Históricamente, el método había sido acusado de “atrasar”: indicar, por ejemplo, que una planta apareció hace 70 millones de años cuando el registro fósil señala que apenas tiene 10 millones de años.
Pero en los últimos años, con las mejoras del procedimiento, el desajuste cambió de sentido: los relojes moleculares comenzaron a obtener edades más jóvenes que las evidenciadas por los restos fosilizados.
Ahora, un equipo del Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) de Trelew, en Chubut, y del Departamento de Geociencias de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, aportó pruebas contundentes de que los relojes moleculares, en efecto, “adelantan”.
Para llegar a esa conclusión, los científicos estudiaron fósiles de 19 linajes de plantas cuya antigüedad estaba bien establecida. Y comprobaron que los estudios basados en análisis de ADN “rejuvenecían” las especies. Por ejemplo, araucarias de más de 150 millones de años tenían, según los cálculos de esa metodología, sólo 40 millones de años.
La edad de los fósiles era mucho más antigua para un grupo que lo sugerido por sus moléculas de ADN”, señaló el doctor Ignacio Escapa, especialista en paleobotánica del MEF y primer autor del trabajo publicado en la revista “New Phytologist”.
De todas maneras, Escapa destacó que los relojes moleculares han avanzado “y es posible que en el futuro puedan reducir estos sesgos”.

Asimismo el investigador del CONICET explicó que la vía convencional y más precisa que se emplea en la actualidad para determinar la edad de los fósiles se basa en las dataciones radiométricas. La más conocida es la del carbono 14. Esta técnica se usa para datar sucesos relativamente recientes (hasta 60 mil años, aproximadamente). Para la datación de fósiles, de mucha más antigüedad, se usa el mismo método, pero con pares radioactivos como el Potasio-Argon o Plomo-Uranio, que permiten dataciones de sucesos de millones de años, publicó la Agencia CyTA-Instituto Leloir.

Hallan ecosistema con 4000 especies en la Antártica

Estas especies viven en un lago subterráneo, bajo una capa de hielo de más de 800 metros de grosor, espacio al que la luz y el aire no han llegado en millones de años.
Los hielos de la Antártida esconden vida en abundancia. Esa es la conclusión del trabajo de la expedición norteamericana Wissard(Whillans Ice Stream Subglacial Access Research Drilling), formada por investigadores de varias universidades y que esta semana se dio a conocer a través de la revista Nature.
Bajo una capa de hielo de más de 800 metros de grosor, los científicos encontraron todo un ecosistema viviendo en un lago subterráneo al que la luz y el aire no han llegado en millones de años.
Las formas de vida descubiertas corresponden a microorganismos unicelulares que para subsistir convierten amoniaco y metano en energía. La mayor parte de estos organismos pertenecen al dominio de las Arqueas, en el que se encuentran los seres vivos más antiguos del planeta. La investigación tiene implicancias para la búsqueda de vida en otros ambientes extremos, tanto en la Tierra como en otros mundos del Sistema Solar, consigna ABC.es.
John Priscu, profesor de la Universidad de Montana y jefe científico de la expedición Wissard,detalló en este sentido que “ahora podemos probar al mundo de forma inequívoca que la Antártida no es un continente muerto”. Y es que el estudio aporta las primeras pruebas directas de que la vida es capaz de resistir en las más duras condiciones del ambiente subglacial.
Brent Christner, otro de los autores del estudio, afirma que se trata de la primera prueba definitiva de que bajo la capa de hielo antártico “no solo hay vida, sino ecosistemas activos que hemos estado buscando durante décadas. Con este trabajo damos un golpe sobre la mesa y afirmamos: ‘Sí, teníamos razón’”.
En todo caso, Priscu afirma no sentirse sorprendido por este hallazgo, lo que si lo sorprendió son los detalles del descubrimiento, especialmente de cara a la forma de funcionar de estos organismos, sin luz solar y a temperaturas muchos grados bajo cero, y al hecho de que la mayoría de ellos, tal y como revelan los análisis de ADN, sean Arqueas, es decir, uno de los tres dominios principales de la vida. Los otros dos son Bacteria y Eukariota.
La mayoría de las arqueas subgaciales encontradas utilizan la energía de los enlaces químicos del amoniaco para fijar el dióxido de carbono y llevar a cabo otras funciones metabólicas. Otro grupo de organismos utilizan la energía y el carbono presente en el gas metano para sobrevivir. Para Priscu, probablemente todo este amoniaco y metano procedan de la descomposición de materia orgánica que se depositó en la zona hace cientos de miles de años, cuando la Antártida era aún templada y el mar inundó la parte occidental del continente.
También advierte el investigador de que si la Antártida continúa calentándose, se liberarán a la atmósfera enormes cantidades de metano acumulado en el hielo, un poderoso gas de efecto invernadero capaz de acelerar dramáticamente el cambio climático.
4.000 especies
En cuanto a las especies encontradas, resulta muy dificil su identificación. Con todo, Brent Christner explica que “hemos visto una columna de agua que probablemente tiene unas 4.000 ‘cosas’ que podríamos llamar especies. Existe una increíble diversidad”.
El equipo de Wissard volverá a perforar durante el próximo verano. Wissard es el primer esfuerzo multidisciplinar a gran escala para examinar directamente la biología del ambiente subglacial antártico. La masa de hielo de la Antártida cubre una superficie equivalente a una vez y media la de los Estados Unidos y contiene el 70% del agua dulce de la Tierra.
El lago Whillans es uno de los más de 200 lagos que se conocen bajo la superficie del continente helado y el río subterráneo que lo alimenta fluye bajo la plataforma de Ross, una masa de hielo del tamaño de Francia, y desemboca en el océano, a gran profundidad, al que proporciona grandes cantidades de nutrientes y contribuye a la circulación de las corrientes marinas.
Revisa el video de Nature (en inglés) los detalles e imágenes del descubrimiento.


Tetrapodophis amplectus, serpiente con cuatro patas del Cretácico de Brasil

La aparición de un nuevo fósil en Nova Olinda (Brasil) confirma que, en su origen, las serpientes tenían cuatro extremidades ­–dos anteriores y dos posteriores– con dedos. Tetrapodophis amplectus vivió durante el Cretácico Inferior (hace entre 146 y 100 millones de años) en las madrigueras del antiguo bloque continental llamado Gondwana.
Ilustración de la serpiente de cuatro patas Tetrapodophis amplectus. (Julius T. Cstonyi)
Los descubrimientos recientes de algunos fósiles de serpientes apuntaban a que las serpientes primitivas poseían dos pequeñas extremidades al final de su alargado cuerpo sin una función específica.
Un nuevo estudio que publicado en Science, por un equipo internacional de científicos presenta un nuevo fósil descubierto en Brasil que tiene cuatro patas y ofrece una visión más clara de cómo evolucionaron estos reptiles.
Tetrapodophis amplectus tiene un cuerpo largo y una cola muy corta, como las de un animal excavador”, indica a Sinc Nicholas R. Longrich, investigador de la Universidad de Bath (Reino Unido) y coautor del estudio, quien recalca que el hábitat de estas primeras serpientes era terrestre.
El fósil presenta características similares a las que aún tienen las serpientes modernas: colmillos, hocico corto o ausencia de párpados y de aberturas en los oídos. «Estos rasgos apuntan a que esta especie y por tanto el origen de las serpientes se produjo en madrigueras”, explica Longrich.
A través del análisis de ADN y de las características morfológicas de Tetrapodophisamplectus que se compararon con el de otras especies, los autores sugieren que la criatura de cuatro patas es un antepasado de las serpientes actuales.
Imagen de las patas traseras del fósil de Tetrapodophis. (Dave Martill)
La nueva especie se desplazaba arrastrándose sobre el vientre como el resto de sus parientes, lo que indica que las piernas no se utilizaron para caminar si no para agarrar a sus presas o a otros ejemplares para aparearse”, comenta el experto.
Según el estudio, la mandíbula alargada y flexible, junto a la estructura de sus vértebras, que le aportan una gran flexibilidad, pudieron haberse utilizado para atrapar presas grandes. De hecho, en el vientre del fósil se han encontrado restos de otro animal.
Tetrapodophis tenía un pequeño animal en su vientre, posiblemente un lagarto o una rana, lo que demuestra que las primeras serpientes eran carnívoras y no insectívoras como se había sugerido. Eran grandes depredadoras”, subraya el investigador británico.
El origen geográfico de estos animales
Además, el descubrimiento del nuevo fósil ha permitido a los científicos esclarecer el origen geográfico de las más de 3.000 especies de tetrápodos que conforman estos reptiles.
Muchas otras especies fósiles como Najash y Dinilysa, descubiertos en Argentina, y otros ejemplares hallados en África, pertenecieron a la misma región de donde procede Tetrapodophis, Gondwana”, destaca el científico.
Esto significa que el origen de las primeras serpientes se produjo hace unos 115 millones de años en el hemisferio sur actual, cuando África y América del Sur estaban unidas”, concluye Longrich.
Referencia

Los esqueletos perdidos de los ancestros cámbricos de las medusas peine

Investigadores han encontrado evidencias que muestran que los ancestros de las medusas peine, unos seres gelatinosos con forma de adorno navideño, tenían partes con esqueleto en el Cámbrico.
En su artículo publicado en la revista Science Advances, el equipo describe fósiles de ancestros de estas medusas que se encontraron en formaciones de roca en China, las partes del esqueleto que encontraron y teorías sobre su naturaleza.
Contrariamente a la creencia popular, aunque pueden parecerse mucho a ellas, las medusas peine no son medusas, sino que pertenecen al filo Cnidaria.
Los científicos han encontrado más de cien especies de esta criatura en su forma moderna y ninguna de ellas tiene esqueleto. Por eso, el descubrimiento en China es tan sorprendente, un pariente temprano que vivió hace unos 520 millones años (durante el Período Cámbrico), tenía algunas partes óseas.

Los fósiles fueron encontrados en el famoso sitio de Chengjiang, donde seis especies se encontraron incrustadas en la roca entre los más de tres docenas de ejemplares, cada uno con una cierta cantidad de material de esqueleto duro. El material similar al hueso tenía la forma de rayos, puntales o placas. Las placas cubrían aparentemente los cuerpos, sirviendo al parecer, como una barrera contra los depredadores, o quizás algún otro factor ambiental perjudicial. «Lo que más me sorprendió fue cuando me di cuenta de que eran medusas peine esqueletizadas«, dijo el coautor del estudio Qiang Ou, de la Universidad de Geociencias de China, en Pekín.
Los investigadores no pueden decir con certeza qué era el material similar al hueso, pero sospechan que era probablemente quitina o algo similar, o incluso un material mineral rico en carbonato. También, debido a la disposición de los radios o puntales, el equipo sugiere que los huesos podrían haber servido para un propósito doble: soporte estructural y como un mecanismo de defensa.
El hallazgo también parece contradecir las teorías (basadas en modelos de ADN) que han sugerido que las antiguas medusas peine tenían tentáculos, ya que ninguno de los fósiles tenía ningún rastro de ellos.
Referencia

Pseudobistonidae, nueva familia de grandes mariposas

Los Museos de Historia Natural de Stuttgart y Bonn presentaron este jueves el resultado de 26 años de trabajo científico que han concluido con el descubrimiento de una nueva familia de grandes mariposas denominada «Pseudobistonidae«.
Según explicaron ambos museos en un comunicado, el primer espécimen de la polilla Pseudobiston pinratanai fue capturado en 1989 en el norte de Tailandia y fue descrito en 1994 por el botánico japonés Hiroshi Inoue.
La polilla pertenecía a una especie y un género desconocido y, a falta de análisis genéticos, sus características morfológicas no permitieron en un primer momento clasificarla en el grupo de los macrolepidópteros, las grandes mariposas y polillas conocidas.
Científicos de los museos de historia natural de Stuttgart, Bonn y París y de las universidades de Viena (Austria) y Turku (Finlandia) han trabajado desde el 2012 en un estudio científico para definir la posición de la Pseudobiston pinratanai combinando los clásicos estudios morfológico con métodos moleculares.
Los análisis moleculares confirmaron lo que sospechaban los expertos: la Pseudobiston pinratanai no pertenece a las denominadas polillas geométridas, sino que representa un linaje singular dentro de los macrolepidópteros.
En una segunda parte del estudio los científicos comprobaron múltiples caracteres morfológicos en la cabeza, el tórax y las alas que confirmaban los resultados moleculares, por lo que determinaron que la polilla hallada en Tailandia era un ejemplar exclusivo de una nueva familia.
Establecer la existencia de una nueva familia de mariposas es algo excepcional y la última publicación al respecto en el grupo de los macrolepidópteros ocurrió hace ya más de dos décadas.
El entomólogo Hossein Rajaei, del museo de Stuttgart, donde se conservan dos especímenes de Pseudobiston pinratanai‘, calificó de «espectacular» el resultado de un trabajo de investigación que ofrece nuevas perspectivas sobre el desarrollo y la evolución de las mariposas.

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